Breve reseña de la historia del Supremo Consejo del Grado 33 y último del R.·.E.·.A.·.A.·. para España
A principios de 1811, el Marqués de Clermont-Tonnerre, como miembro del Supremo Consejo de Francia, formó en España cuerpos filosóficos que trabajaron hasta el grado XXXII del Rito Escocés. El 4 de julio de 1811, con patentes expedidas al efecto por el Supremo Consejo de Charleston, del que había sido fundador, el Conde de Grasse-Tilly constituyó regularmente el Supremo Consejo del Grado 33 para España y sus dependencias, siendo nombrado el I.·.P.·.H.·. Miguel José de Azanza Soberano Gran Comendador.
Los miembros del Supremo Consejo durante la primera reacción absolutista de Fernando VII no interrumpieron los trabajos masónicos en España, reuniéndose clandestinamente y poniendo su empeño en la reconquista de las libertades.
La rebelión militar que se inicio en Cabezas de San Juan obligó a Fernando VII a restablecer la Constitución de 1812.
Con tal motivo la Masonería entró en una era de tranquilidad que favoreció su libre desenvolvimiento. El Soberano Gran Comendador Agustín Argüelles, que también desempeñaba la Gran Maestría del Gran Oriente de España, abdicó del cargo y fue sustituido por el I.·.P.·.H.·. Antonio Pérez de Tudela.
Tras la invasión de España por los ejércitos franceses en virtud de los acuerdos de la Santa Alianza, sobrevino una nueva reacción absolutista en 1823, teniendo que refugiarse en Soberano Gran Comendador y algunos otros miembros del Supremo Consejo en Inglaterra, donde hallaron la generosa hospitalidad de la Masonería inglesa. La represión de Fernando VII alcanzó terribles caracteres pues la Real Célula dictada en Sacedón en 1824 consideraba como delito de lesa majestad ser masón. La real orden de 9 de octubre de 1824 condenó a pena de muerte a todo el que fuese reconocido como masón o comunero. Entre las víctimas de la cruel represión que se contaron por millares perecieron los generales Juan Martín, el Empecinado, Torrijos, y Lacy.
A finales de 1829 cesaron algo las persecuciones y el Soberano Gran Comendador, el infante D. Francisco de Paula de Borbón, reagrupó sus logias de perfección y capítulos. En 1833, tras la muerte de Fernando VII, la reina doña María Cristina empezó a actuar como reina gobernadora, pudiendo regresar a España muchos de los miembros del Supremo Consejo.
Por fin en 1843, después de tantas persecuciones pudo reorganizarse la Masonería española llegando a existir mas de 300 logias. En 1846 el infante don Francisco tuvo que expatriarse para librarse de las persecuciones de que lo hacían objeto el general Narváez y la reacción clerical. A partir de 1856 fue de nuevo perseguida la Masonería española que se vio obligada a actuar clandestinamente. Ni el Supremo Consejo, ni el Gran Oriente podían desarrollar sus trabajos y las islas Filipinas se llenaron de masones desterrados por Narváez.
La revolución de 1868 que destronó a la reina Isabel II, permitió a la Masonería Española y al Supremo Consejo, presidido por el M.·.P.·.H.·. Carlos Celestino Mañan y Clark, reanudar sus actividades. En los cuerpos filosóficos figuraban HH.·. tan prominentes como los generales: Serrano, Prim, Duque de la Torre, Conde de Reus; y los políticos Manuel Becerra, Praxedes Mateo Sagasta, Nicolás María Rivero y Juan Moreno que fueron varias veces diputados y aun ministros.
En el mes de octubre de 1868, el Supremo Consejo presentó al Gobierno provisional un programa legislativo de inspiración masónica, formado por catorce proposiciones, que entre otras reformas incluía las siguientes: libertad de cultos, supresión de las ordenes religiosas, secularización de los cementerios, sujeción del clero al servicio militar, matrimonio civil, etc. El programa mereció ser atendido por el Gobierno.
Poco antes de la monarquía saboyana y aprovechando la ausencia temporal del Soberano Gran Comendador Mañan, varios miembros del Supremo Consejo eligieron como Soberano Gran Comendador al H.·. Manuel Ruiz Zorrilla. La escisión producida dentro del Supremo Consejo como consecuencia de estos hechos, originó gran confusión en la masonería española. Para remediarla se apeló al alto espíritu masónico de los HH.·. Mañan y Zorrilla quienes respondieron en términos fraternales al requerimiento. El H.·. Ruiz Zorrilla es septiembre de 1873 renuncio a todos sus cargos masónicos.
Le sucedió el H.·. Carvajal quien cedió inmediatamente el cargo al H.·.Mañan, que había renunciado a sus cargos al mismo tiempo que Ruiz Zorilla tratando de buscar la conciliación masónica. Se celebraron elecciones el 18 de septiembre de 1873 resultando elegido como Soberano Gran Comendador el H.·. José de Carvajal, distinguido abogado y ministro de la República Española.
Se procedió entonces a una completa reorganización de los cuerpos filosóficos y simbólicos, dándose, en 1869, las primeras manifestaciones públicas de la Familia masónica española con ocasión del entierro del H.·. brigadier Escalante y más tarde con motivo de los del infante don Enrique y del general Prim.
Al restaurarse la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, cundió de nuevo la desunión en la familia masónica española, existiendo, además del Supremo Consejo regular, dos Supremos Consejos irregulares. Tan confusa situación dio lugar a que ninguna representación española pudiese asistir a la reunión internacional de Supremos Consejos celebrada en Lausana en 1876.
En 1881, Antonio Romero Ortiz quedó como único Soberano Gran Comendador legitimo y regular, siendo reconocido en tal carácter en 1882 por el M.·.P.·.H.·. Albert Pike Soberano Gran Comendador de la Jurisdicción Sur de los Estados Unidos y sucesivamente por los Supremos Consejos de Escocia, Irlanda , Grecia, etc.
El 20 de enero de 1884 murió el M.·.P.·.H.·. Antonio Romero Ortiz. Entonces, por primera y única vez en la historia del Supremo Consejo, para proveer el cargo de Soberano Gran Comendador que, en aquella época, llevaba aneja la Gran Maestría del Gran Oriente simbólico, se convocó a elección directa por el pueblo masónico. La elección tuvo lugar el 15 de agosto de 1884 y su resultado, que es curioso consignar, fue el siguiente: Manuel Becerra, 2.237 votos; Emilio Castelar, 605; Manuel Ruiz Zorilla, 478; Manuel del Llano Persi, 296; José María Beranger, 118; Juan Téllez Vicent, 23; Praxedes Mateo Sagasta, 12; Victor Balaguer, 5; Sergio Martín del Bosch, 4; José Carvajal, 2; Juan Utor Fernández, e; Sebastian Salvador, Francisco Pí y Margall, Buenaventura Roignet y José María Panzano un voto cada uno.
Al dimitir, en 1889, el Soberano Gran Comendador Manuel Becerra a favor del Teniente Gran Comendador Ignacio Rosas, se produjo una nueva era de confusión al quererse arrebatar su autonomía al Simbolismo. El 8 de febrero de 1889 se acordó refundir las dos obediencias simbólicas Gran Oriente de España y Gran Oriente Nacional. Así nació el Gran Oriente Español bajo la dirección del H.·. Miguel Morayta Sagrario que fue nombrado también Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo en sustitución del H.·. Manuel Becerra.
Al advenimiento de la dictadura del general Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923), la Masonería Española se encontró de nuevo en una difícil situación. Sus talleres tuvieron que acentuar la clandestinidad de los trabajos masónicos. El día 1 de abril de 1924 se convino, mediante un pacto solemne y escrito, que estipularon entre sí el Gran Consejo Federal Simbólico del Grande Oriente Español y el Supremo Consejo de España, reformar los Estatutos del Supremo Consejo para que quedase reconocida en ellos la independencia del simbolismo; declarar subsistentes los acuerdos de 1922 relativos a la autonomía de las Grandes Logias Regionales y reconocerse respectivamente su autoridad, en forma mutua, del Grande Oriente Español sobre los tres primeros grados simbólicos y del Supremo Consejo de España sobre los grados denominados filosóficos, es decir desde el IV al XXXIII.
El 14 de abril de 1931 fue derrocada la monarquía y establecida la II República. La implantación de un régimen liberal y tolerante permitió a la masonería española trabajar con mayor seguridad y eficacia. Eran miembros activos del Supremo Consejo, en dicha época, los II.·.PP.·.HH.·. Augusto Barcia, Diego Martínez Barrio, Angel Rizo, Demófilo de Buen, Fermín Zayas, José Boch, Evelio Torent, José Estruch, Manuel Nieto, Antonio Montaner, Manuel Portela Valladares, Francisco Soto Mas, Juan Manuel Iniesta, Isidro Sánchez Martínez, Miguel de Benavides, Pedro Las Heras y Julio Hernández.
El 18 de julio de 1936 se produjo la sublevación de varios generales que se alzaron en armas contra el régimen democrático de la II República. En la zona de España dominada por los sublevados se practicó una sistemática matanza no sólo de masones sino de muchos infelices, liberales moderados que parecieron sospechosos de pertenecer o haber pertenecido a la Masonería.
La masonería española que nunca había intervenido en los azares de la vida política, no podía permanecer neutral ante una sublevación militar que atentaba contra sus propios ideales liberales y democráticos y que le hacían objeto de persecución tan injusta. En la lucha por la libertad que se desarrolló en España desde 1936 a 1939, la masonería española desempeñó un importante papel en defensa de la patria y del derecho.
Durante el transcurso de la guerra civil española y posteriormente se acentuó, por parte de los militares rebeldes, contra la Masonería, llegando a darle forma legislativa. Así dictaron el 1 de marzo de 1940 la llamada ley de represión de la masonería y el comunismo, en la que se equiparan arbitrariamente, a efectos represivos, dos ideologías que no tienen entre sí ninguna relación de afinidad filosófica u orgánica.
La guerra civil española y la feroz persecución a los Hermanos Masones Españoles por parte de la dictadura del General Franco, obligó a muchos de ellos a abandonar España rompiéndose su corazón y su vida.
El Supremo Consejo de Méjico, al conceder Asilo Fraternal al de España, estableció, junto con el de Inglaterra en el siglo XIX, un precedente de jurisprudencia masónica inspirado en el más elevado sentido de la Fraternidad.
La concesión del Asilo al Supremo Consejo de España, fue aprobada en Sesión General Extraordinaria del Supremo Consejo de Méjico, celebrada el día tres de Febrero del año 1.943, dictándose el Decreto correspondiente.
En Abril del año 1.961, fue publicado en Méjico D.F. una «Historia del Supremo Consejo del Grado 33 para España y sus dependencias y de la Masonería Española». Este trabajo, realizado por el Supremo Consejo de España en el exilio, es una guía excelente para conocer nuestra Historia y los nombres de los Hermanos que la forjaron (*). Mayor mérito cabe a los autores de este esfuerzo, sí tenemos en cuenta que los archivos del Supremo Consejo se perdieron o fueran destruidos voluntariamente, para evitar que la dictadura del General Franco se apoderase de ellos, con las consecuencias presumibles. Parte de los archivos fueron trasladados a París y posteriormente otra vez destruidos, para impedir que las tropas de otra dictadura (los dictadores no gustan de la Masonería porque huele demasiado a Libertad ), se incautaran de ellos.
Leyendo la Historia del Supremo Consejo de España, pobremente editada, se puede comprobar como la línea sucesoria de los Soberanos Grandes Comendadores, procede legal, regularmente y sin interrupción del primero de ellos: D Miguel de Azanza hasta nuestros días.
(*) Algunos ejemplares de esta breve y meritoria obra, se encuentran en la Biblioteca de nuestro Supremo Consejo.